Entre el «Despertar» y la «Iluminación» discurre un periodo de integración, un proceso de anclaje divino en la personalidad humana despierta, que culmina con la «liberación» de la pesada carga de la separación, de la percepción «dual» en este mundo aparentemente hostil. En la liberación, cesa la sensación de ser una persona separada y sólo se percibe «unidad».
Es la liberación de un enclaustramiento voluntario, la salida de una prisión mental, la superación de la ignorancia, el reconocimiento del linaje divino de este mundo.