La percepción de la realidad a través de nuestros sentidos corporales, emociones, pensamientos y sentimientos, nos permite interactuar con el mundo que nos rodea. Un mundo que parece extenderse, desde nuestra propia persona, hacia un vastísimo espacio exterior a nosotros mismos, que finalmente se torna imponente: planetas, estrellas, galaxias y mega galaxia en expansión… un macrocosmos inexplorado.
Esta percepción corporal propia, también se extiende hacia un interior que se parece al externo en inmensidad: nuestros órganos, músculos y huesos, células, glóbulos y plaquetas, micro células, protones y neutrones, quarks, micro espacios entre partículas que pueden albergar vida desconcertantemente minúscula… un microcosmos desconocido.
Carecemos de objetos suficientemente potentes, telescopios o microscopios, capaces de constatar los límites de esta realidad, pero lo que sí sabemos es que la inmensidad circundante, exterior e interior a nosotros mismos, se hace cada vez más grande o más pequeña, a medida que nos adentramos en ella.
La vastedad que nos rodea, el microcosmos y el macrocosmos, revelan su secreto en la llamada «liberación» del despertar, que transforma radicalmente la visión del cosmos, tanto macro, como micro, porque el universo se percibe entonces como lo único, una realidad en la que cada partícula cósmica, grande o pequeña, se contiene a sí misma como su réplica apareciendo más grande o más pequeña. Como la muñeca rusa matrioska y su juego de contener la multiplicidad de sí misma. Más o menos.
Todo es… eso mismo. El cosmos se revela siendo lo único, a cualquier escala que se mire. El muy bribón parece expandirse hacia dentro de tu persona, hasta micro espacios intercelulares de límites insospechados y también fuera de ti, hasta las remotas estrellas en el firmamento, con tu piel ejerciendo de aparente frontera entre la inmensidad exterior y lo que ocurre en el interior de tu cuerpo, dejándote de paso boquiabierto ante tanta enormidad. Pero no, esa piel «tuya» no supone ningún límite para el observador sintiente de todo y aunque todo parece ser desde tu persona, hacia adentro y hacia fuera de ti, en verdad todo es a través de tu persona. Eres la expresión sintiente del todo, mientras se observa. Tu persona es sólo un enfoque perceptivo, desde una determinada distancia. Aquella otra persona es sólo un enfoque igualmente sensible de la misma mirada, pero desde una distancia aparentemente distinta de la tuya. Así ocurre con todas las personas. Somos los distintos enfoques «conscientes de ser humanos» de un observador único. Como un calidoscopio de colores, mirado a través de ti. Ese es el secreto del microcosmos y del macrocosmos.
Deja de buscar, estás en todas partes. Y nunca te has movido de ahí, ni falta que te hace.