Vivimos en un mundo donde hay cada vez más información y cada vez menos significado – Jean Baudrillard, Cultura y Simulacro
Los seres humanos anhelamos ser felices, pero no lo somos. Habitamos entornos cada vez más tecnológicos para gozar de bienestar, pero también desconectados de nuestra verdadera naturaleza. Colaboramos con un consumismo insaciable, marchamos hacia una sociedad conformista y regularizada que atenta contra la libertad del individuo en aras de un engañoso bien común, nos trastornan a diario graves conflictos de la mano de los medios de comunicación, oscuros nubarrones parecen acecharnos y que tras un chaparrón, otro se nos viene encima. En paralelo, una maravillosa transformación está aconteciendo en el mundo, una metamorfosis del significado de ser humano, pues la idea arraigada de quién somos parece estar colapsando en un creciente número de individuos.
Nuestra civilización se sustenta en esta creencia fundamental: la de ser personas. Miles de millones de individuos firmemente convencidos de ser personas, de la realidad que viven, de poseer consciencia de sí mismos y disponer de libre albedrío para interactuar con el mundo. A partir de esta idea fundamental de ser personas, se despliega todo nuestro entramado de creencias, organizaciones y cavilaciones humanas: teorías sobre el origen de la vida, nuestra historia, la filosofía, las religiones, las tradiciones, la estructuración social, la mente, la existencia del alma, la justicia, la búsqueda del sentido de la vida y de la muerte, el cosmos, la materia del universo, otras realidades, el bien y el mal, la espiritualidad, la iluminación y un larguísimo etcétera.
¿Qué pasaría si este fundamento de la humanidad, la percepción de ser personas, esa aceptación colectiva y globalmente compartida de ser individuos, se revelara masivamente como una ilusión, como un simple encantamiento? Eso es precisamente lo que está ocurriendo. La sensación personal se está disipando en muchísimos seres humanos en todo el mundo, a medida que despiertan de su hechizo. Sí, se conoce como «despertar» y supone un cambio drástico en la percepción de la realidad. Si bien el cambio de percepción que provoca el despertar ocurre a nivel individual, acabará por transformar irremediablemente la consciencia colectiva. Cuando un humano «despierta», aparentemente todo sigue igual, pero ya nada es igual. El «despertar» es un acontecimiento imposible de obviar, un hito irrevocable, por el que la consciencia real invade progresivamente la percepción de la realidad, hasta dejarla totalmente en evidencia. La consciencia invade la percepción, hasta iluminarla. No hay vuelta atrás, progresivamente nuestro hechizo colectivo se romperá. Estamos inmersos en algo verdaderamente revolucionario.
En el pasado, este «despertar» ocurría en muy pocos individuos, como fueron Jesús de Nazaret o Buda. Desde disciplinas muy diferentes, el humano despierto siempre deja el mismo testimonio: que la realidad no es lo que parece. Ahora, ocurre y se comparte entre personas normales y corrientes que Saben, decididas a expandir el mensaje. Estamos ante un acontecimiento histórico.
Muchísimos seres humanos en todo el mundo, despertando de su hechizo personal, dejando de creer que son personas, sabiendo lo que son en realidad. Es el «desencantamiento» de la humanidad para finalizar esta historia y dar comienzo a una nueva, que promete ser divina.